es verdad que Madrid fue destino,
cómo negarlo.
pero no de los que te roban el corazón, el sueño
y la forma en que antes mirabas las ciudades
con sus edificios, amaneceres y resquicios.
fue más bien fugaz. aunque para mi corazón se hizo eterno.
es verdad que Madrid fue cielo,
sobre todo aquel que me vio de vuelta
con la última copa en la mano y la sonrisa en los ojos
pero nunca pudo competir en estrellas,
alma de salitre y espuma
esa que se te cuela entre los dedos de los pies
se enreda en tu pelo y se decide a jugar
y al final, se mimetiza con las pecas tan bonitas que tienes en los hombros.
tampoco voy a ser injusta y negar que en momentos de debilidad
me tendió una mano y fue puente
entre mis noches de insomnio y la acera de enfrente
bajo sus calles repletas de colores,
rastros vendedores de trocitos de mundo
y sus bares revolucionarios.
es verdad que Madrid fue maestra
fue compañera,
me cambió, me enseñó, me quitó la venda
pero también, me hizo también extrañar con toda mi alma
me hizo infeliz y me hizo voraz, me hizo fuerte
me hizo mortal
pero también, me hizo también extrañar con toda mi alma
me hizo infeliz y me hizo voraz, me hizo fuerte
me hizo mortal
y aunque me quede con eso,
ya estoy demasiado mayor como para negar
ya estoy demasiado mayor como para negar
que a Madrid no le puedo llamar hogar
porque a estas alturas
yo ya no sé como vivir
sin el sonido del mar.
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